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Hubo escenificación y luego anuncio. Primero, la eminencia gris del régimen norcoreano, un antiguo superespía envuelto en las tramas más oscuras de Pyongyang, entregó en mano al presidente de Estados Unidos una carta del Líder Supremo, Kim Jong-un. Después, sin leerla, Donald Trump consideró despejadas las dudas que mantenía y dio por bueno que el 12 de junio en Singapur se celebrará el histórico cara a cara con Kim Jong-un que él mismo tumbó hace nueve días. “Habrá reunión”, afirmó.
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