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La aplastante corrupción de líderes sindicales no es diferente al cinismo brutal de Luis N. Morones o de los 3 lobitos de Fidel Velázquez; el poder público se sustenta en la misma inmoralidad sindical. La corrupción del aparato de seguridad y justicia, que planteó Plutarco Calles como el gran controlador del pueblo, llego a niveles que creíamos imposibles. La burocracia arrogante y corrupta sigue siendo el azote de la sociedad civil y socia obligada de cualquier saqueo, manteniendo a la economía mexicana como rehén de los tiburones del despojo.