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El Obrador que vieron el martes en Iztapalapa es el mismo de siempre: sinvergüenza y cínico, no respeta nada y a nadie, para conseguir sus delirantes ambiciones personales engaña a todo el que se deja engañar. Es el mismo que en 1996 negoció con Zedillo su llegada a la dirigencia del PRD; pactó la reforma electoral de 1997, transó su candidatura ilegal, hizo fraude para llegar al GDF en 2000; cometió parricidio con su promotor Cuauhtémoc; persiguió a Robles; , impuso su candidatura presidencial al PRD y metió al partido a lo más podrido del PRI