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Siempre lo más difícil ha sido terminar bien. Cuando se ha mandado mucho, cuesta mucho mandar poco. Cuando todos han estado pendientes de uno, cuesta mucho pasar desapercibido. De ahí la tentación suprema de los ex, el momento crucial en que el demonio que llevamos dentro nos pide arremeter contra los más jóvenes, y más si son los sucesores