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El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tuvo que “doblar las manos” ante el poder del Cártel de Sinaloa. Lo que se pretendía ser un triunfo para la actual administración federal, con la captura de Ovidio Guzmán López –hijo del “Chapo” Guzmán–, terminó poniendo al descubierto una pésima estrategia de seguridad.
El Cártel de Sinaloa no estaba muerto, como algunos consideraban. Su poder y presencia en los últimos 30 años ha crecido con a distribución de mariguana, cocaína, metanfetaminas y heroína proveniente tanto de Colombia como del Sudeste Asiático.