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Los demócratas pueden cumplir este martes las expectativas o encadenar un segundo fracaso estrepitoso que haga implosionar al partido. Lo que está en juego es impedir que Trump remodele el país a su radical antojo, controlando cómodamente todas las instituciones del Estado. Ya después vendrá la trascendental búsqueda de identidad de un partido desnortado, que oscila entre dos fuerzas: el izquierdismo sanderista que sigue aún vivo en las bases, encarnado en fenómenos como el de la joven Alexandria Ocasio-Cortez, y el centrismo que representa la irrupción Michael Bloomberg, el exalcalde republicano de Nueva York reconvertido en demócrata, que ha volcado sus millones en la campaña y hace soñar a cierto establishment liberal con replicar el efecto Trump desde el otro lado.
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