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La capacidad de los medios para reaccionar con pertinencia, utilidad y vocación de servicio con una sociedad que les necesita, fue puesta a prueba durante las primeras 48 horas luego del terremoto de magnitud 7.1 que sacudió la Ciudad de México y decenas de poblaciones de los estados de Morelos, Puebla, Guerrero y Oaxaca, este 19 de septiembre. Radio y televisión privados, junto con buena parte de la prensa escrita, reprobaron.
A pesar de una mayor conciencia sobre lo que significa un terremoto, que la que se tenía hace 32 años, en 1985, cuando la capital del país vivió su peor tragedia en la era moderna, hoy medios y periodistas no contaron con criterios específicos para la cobertura ética del desastre. Por el contrario, la desmesura, la espectacularización y la propaganda marcaron la actuación de la prensa, en general. Destaca el papel de Televisa, el gran consorcio mediático mexicano que volcó toda su capacidad de producción y recursos humanos a una cobertura casi total para crear el mito informativo de una niña que estaría sepultada bajo los escombros de la escuela Enrique Rébsamen, en el sur de la Ciudad de México.