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Le pareció más bajo que en televisión, de manos pequeñas y rostro ligeramente anaranjado. Era el 4 de enero de 2017 y el entonces director del FBI, James Comey, acababa de saludar por primera vez al presidente electo de EE UU, Donald Trump. El motivo era una reunión de inteligencia previa a la investidura. Comey aprovechó la ocasión para echarle un ojo técnico al inenarrable peinado de Trump. “Tras una cercana inspección, me pareció todo suyo”, concluyó el jefe de los agentes federales.
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