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Un cuadro viejo, una caja de zapatos, trozos de cartulina y la creatividad del maestro Julián ayudaron a que en la zona maya de Yucatán, en un "salón" de cuatro paredes levantadas con palos y tablas y que tiene como techo palmas de guano, surgiera un nuevo modelo de "computadora" con la que Daniel, Adolfo, Miguel, Luis y Antón aprendieron a escribir sus nombres y leer sus primeros cuentos.