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Primera: pierden demasiado tiempo en tratar de convencerse, a sí mismos, que son legales. Segunda: hagan lo que hagan, su pecado original nunca será lavado frente dios Obrador. Lo real: al menos todavía, es el poder y la representación del DF. Sólo hace falta observar su proceso electoral interno arroja la siguiente conclusión. El PRD tuvo la oportunidad de reafirmar que era capaz de modernizarse y vincularse a la sociedad. Prefirió serle fiel a su dios Obrador, que es como el dios del viejo Testamento: celoso y vengativo.