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Después de cinco horas de hacer fila, mucho de ese tiempo bajo el sol, Martha pasa a la carpa blanca de uno de los macro quioscos de la salud del gobierno de la Ciudad de México, habilitados para hacer pruebas de COVID-19. Una persona con el traje de seguridad como de astronauta le raspa la garganta con un hisopo. 20 minutos después tiene el resultado, es negativo. No tiene la infección, al menos eso dice el papel tamaño media carta que le han entregado.
Lo que no sabe es por qué entonces tiene tos, gripa, dolor en el pecho y un rojo en los ojos que se acentúa por el contraste con su cubrebocas blanco. Dice que no le dijeron si tenía alguna otra cosa ni la mandaron con el médico. Pero ella está aliviada con el resultado.