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Es imperativo para una vida de victoria que aprendamos cómo entender correctamente y luego confiar en las promesas de Dios. Cuando me encontré tan enterrado en la desesperación, sentí que Dios era un mentiroso. Mis circunstancias parecían contradecir pasajes como Salmo 91. No sentía que Dios me estuviera protegiendo. ¡Sentí que los males que prometió que no me tocarían me estaban consumiendo!