6
Por segundo domingo consecutivo, Rafael Herrerías usó la puerta de toriles de la Plaza México como arma de grueso calibre para ametrallar a personas indefensas. Si la semana pasada envió a la enfermería a un niño de 12 años y a una hermosa mujer que sigue en el hospital, ayer mandó a la cárcel a un aprendiz con más valor civil que taurino, y truncó la carrera de otro que también fue más débil que su propio miedo.